Los buitres quieren que la vida valga solo $500
Algunos están empeñados en que las cosas no cambien: quieren que suceda, como hasta hace poco, que la gente trabajadora se suba a un bus y acabe muerta, o inválida, a cambio de nada, como si fuesen filete de sardina envuelto en chatarra ajena.
--Esos pretenden que la gente, pese a pagar un precio público (en un bus no se viaja gratis), le paguen $500 a los familiares del muerto o, si le va bien, curen sus lesiones a pura caridad pública. Los victimarios entregan los $500 a los familiares de los fallecidos, en medio de una hojarasca jurídica, donde una mayoría de personas humildes no saben, siquiera, qué es un auto de detención provisional contra un autobusero. Ese dinero apenas les sirve para enterrar al muerto que acabó, en ese estado, porque el dueño del bus no quiso cambiar las llantas, o los frenos a un vehículo de más de 20 o 30 años de existencia. Lo que aquí ocurría siempre fue desgarrador, inhumano y socialmente injustificable. Lo mismo sucedía en un choque con un vehículo privado: la vida valía lo mismo que un teléfono celular cuando se atropellara, o matase, a alguien. No creo que existiese un país del mundo donde la vida estuviese más devaluada como en El Salvador. Lo que teníamos asumía dimensiones escalofriantes. Siempre fue una carnicería irónica, cruel, inescrupulosa, decadente.
Eso había que cambiarlo. Y se transformó siguiéndose un camino que asumieron, hace rato, otros países: se aprobó una especie de impuesto extrafiscal con el que el Estado administraría una suerte de seguro para humanizar la ironía. Con el pago solidario y proporcional de todos los que tenemos vehículos, o aquellos que sean propietarios de buses, se puede indemnizar, con $4,000 a los familiares de las víctimas de accidentes, cuando fallecen. También se les cancela toda la atención médica cuando resultan lesionados. Aunque la vida tampoco vale $4,000, la cifra es, al menos, más decente. Los familiares no quedan a expensas de las lenguas filosas de quienes más pueden o influyen. Hay menos mercenarios curtidos en el medio.
Pero estamos notificados que hay quienes no quieren ese tipo de solución. Por eso oí decir, en la televisión, a un dirigente de los autobuseros, que el valor de un muerto debe ser materia exclusiva de una negociación entre ellos y los familiares. ¡Tigre suelto contra burro amarrado!
Sin duda, hay quienes quieren que las matanzas sean, aquí, las historias más gratuitas que conoce la humanidad. Quizá por eso patrocinaron una acción legal ante la Sala de lo Constitucional.
De todo hay en este tema. Todavía recuerdo cuando escuché decir, al gerente de una empresa donde laboré, que giró instrucciones para que, si un motorista mataba a alguien en el camino, no se detuviera. Debía seguir como alma que espantara el diablo. ¡Jamás escuché algo más inhumano e irresponsable en mi vida! Talvez deberían contratar a ese ejecutivo para hacer el manual de una sociedad conspicua.
Aunque la Sala de lo Constitucional detuvo, temporalmente, el cobro de ese impuesto solidario, creo que no hay razones para que los magistrados lo derrumben o aniquilen. Los impuestos extrafiscales (recaudación para cumplir propósitos específicos del Estado) no le quitan el fin al sistema tributario. Son parte de él. En realidad son impuestos que no tienen como propósito la obtención de ingresos para el Estado, sino para que se cumplan otros fines. Modernamente, y así lo han establecido salas constitucionales de otros países, los impuestos extrafiscales, como se le llaman, producen cambio social y no violan el sistema tributario de un país. ¡Qué más cambio social podemos pedirle al pago de ese seguro, o impuesto extrafiscal, que dignificar o adecentar el valor de la vida en nuestro país! No es malo, sin embargo, discutir la constitucionalidad de ese tipo de instrumento tributario. Lo que se hizo estará para siempre justificado si es constitucionalmente
legítimo. Y creo que así será.
- Lafitte Fernández